Ella


Rara, diferente, distraída tantos calificativos atribuidos libremente a lo largo de su vida,
pero ninguno describía su verdadera naturaleza.
Una medrada niña que aún creía en la magia, la hallaba en las pequeñas cosas y confiaba en ella, a cual fuerza extraordinaria.
Esa corriente que la arrastraba en su camino y de la que no podía hablar, porque al compartirla se desvanecía.
Por ello creía en las personas, en la conexión inexplicable entre los elementos y disfrutaba a cada momento del baile primaveral de las flores y de la brisa del otoño.
Reía sin explicación alguna y desbordaba amor.
Pese a que en muchas ocasiones mal interpretaban su esencia, ella se mantenía ajena y continuaba a su ritmo.
Conformándose con hallar esa dulce magia en otros ojos, en la intensa mirada de la fauna salvaje, en cada gota de rocío.
Saboreaba el ruido en la copa de árboles, sintiéndolo en lo más recóndito de su ser.
Es por eso que aquella niña charlatana enmudeció. Silenció su alma para el resto de los mortales pero no su ser.
Entendió que no todo en esta vida a de compartirse que nuestros mayores tesoros únicamente pueden dejar pistas, para aquellos que alcancen a ver.

Mientras ella seguirá acariciando la magia a escondidas para que no se languidezca.

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